El mundo al revés de los fondos de inversión y de pensiones


La futura insolvencia de los estados o una inflación galopante, consecuencia de mantener el sistema a flote imprimiendo moneda, van a ocasionar importantes pérdidas a los fondos de renta fija

 

Quien se haya interesado alguna vez por fondos de inversión o planes de pensiones sabrá que nos dan siempre a elegir entre la seguridad y la rentabilidad.

Fondos de renta fija

A mayor seguridad, menor rentabilidad. Cuando se habla de renta fija, nos referimos principalmente la deuda pública y en menor medida deuda empresarial.

Al invertir en títulos de deuda, nos prometen una rentabilidad fija (de ahí «renta fija») pagadera periódicamente, y un plazo de vencimiento tras el cual nos devolverán el capital invertido.

Cuando toda la deuda en la que invierte el fondo tiene un vencimiento próximo (inferior a 18 meses), hablamos entonces de fondo monetario, ya que su valor fluctúa muy poco con la cotización de la deuda. Es un buen fondo para tener el dinero poco tiempo, ya que su rentabilidad es mínima, y puede no compensar la inflación.

Fondos de renta variable

Mayor rentabilidad, menor seguridad. Nos referimos, por supuesto, a los valores de las empresas que cotizan en bolsa.

Cuando adquirimos una participación de una empresa, lo hacemos con dos incentivos. El primero es el dividendo que pueda estar repartiendo trimestralmente (es la «renta variable»), y el segundo es la cotización que nos permitirá hacer una plusvalía si el valor sube.

Los riesgos no son despreciables, ya que una empresa puede quebrar por muchos motivos (competencia, cambio regulatorio, impacto medioambiental, etc) o simplemente tener pérdidas y suspender dividendos y bajar de cotización.

Por esto, en tiempos normales se considera -con razón- que los estados tienen menos riesgo de quiebra que las empresas.

Hasta aquí la ortodoxia de los fondos de inversión y de pensiones.

Contexto económico incierto

Los tiempos en que vivimos son anormales desde el punto de vista financiero. Existe más deuda que nunca -tanto privada como pública-, existe más dinero que nunca y este, al buscar refugio, no hace más que crear burbujas en materias primas (algunas agroalimentarias), y en la bolsa norteamericana, que está en máximos históricos.

En un contexto de recesión global, esta deuda no va a poder ser pagada. Los estados se enfrentan a dos desenlaces posibles:

– una quita generalizada en las deudas mediante la quiebra del sistema financiero, la quiebra de muchas grandes empresas y un impago de parte de la deuda los estados, lo que sería traumático para la economía, ya que entraríamos en una poderosa deflación;

– el rescate sistemático del sistema financiero mediante la creación continuada de dinero por parte de los bancos centrales -la famosa «monetización de deuda»-, lo cual originaría una elevada inflación que devaluaría las deudas y los ahorros. Una consecuencia positiva sería la mejora de las exportaciones gracias a la pérdida de valor de la moneda, aunque esto podría desembocar en una guerra de devaluaciones de divisas.

Estados Unidos, Reino Unido y Japón están apostando decididamente por la segunda alternativa  para evitar un inminente colapso de sus sistemas financieros y de los propios estados. Al hacerlo, están entablando una guerra de divisas, a la vez que ponen en riesgo la aceptación de sus divisas en el comercio internacional.

En la Unión Europea, dado que Alemania es el principal acreedor y que es el país más beneficiado por la moneda única, se está exigiendo el pago de las deudas periféricas mediante recetas de austeridad, aliviadas puntualmente mediante monetización de deuda del BCE cuando los países amenazan con derrumbarse y llevarse por delante el euro.

El problema en Europa consiste en que, mientras los ajustes llevan a la depresión a los países del sur, la deuda sigue creciendo hasta límites no conocidos.

La economía mundial se encuentra navegando en mares no explorados con anterioridad, y los desequilibrios alcanzados son tan importantes que las medidas que se toman no buscan solucionar los problemas de fondo, sino mantener el sistema que tanto provecho a generado a Occidente unos meses más.

La paradoja de los fondos de inversión

La necesaria reducción del nivel de deuda existente en la economía va a llevar aparejada la destrucción de similar cantidad de dinero (recordemos que la gran mayoría del dinero existente se ha creado mediante deuda).

Y esto sucederá tanto si se destruye la deuda por quiebras sistémicas (primera opción), como si se reduce valor mediante inflación galopante o hiperinflación (segunda opción).

Esta es la razón por la cual las grandes fortunas buscan refugio y crea burbujas en cualquier activo que sea tangible, ya sea materias primas o acciones de empresas cotizadas. Mientras tanto, la deuda pública es adquirida mayoritariamente por los bancos

Los fondos de inversión y los planes de pensiones de renta variable, los llamados de riesgo, serán por tanto los que mejor puedan afrontar la resolución de la crisis.

Los fondos conservadores que invierten en deuda pública sufrirán pérdidas cuantiosas, tanto si es por devaluación del dinero como si es por impago de deuda.

Los bancos comerciales a través de los cuales invierte la ciudadanía están practicando una nueva estafa, ya que pagan los favores del gobierno (los rescates con dinero público) haciendo que los fondos que ellos gestionan compren deuda pública al estado, asesorando a sus clientes con la mentira de que la deuda pública es segura.

En resumen, los ciudadanos pagan con sus impuestos los rescates a la banca, mientras esta les invierte sus futuras pensiones en bonos tóxicos del estado y en bonos de la propia entidad financiera.

Estimados lectores, tienen dos opciones para invertir parte de sus ahorros. Salvar al país comprándole deuda pública para hundirse con él, o resguardar los ahorros en renta variable principalmente extranjera. No parece un consejo muy patriota, pero ayudar a mantener una situación insostenible tampoco lo es.

Gabriel Asuar Coupé
http://www.desgobierno.es
15 de mayo de 2013

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8 comentarios en “El mundo al revés de los fondos de inversión y de pensiones

  1. Muchas gracias Gabriel por tus artículos. LLevo algún tiempo siguiéndolos porque transmites con gran claridad conceptos muy complejos, algo difícil y que se agradece.
    En cuanto a la entrada de hoy, estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas.

  2. La inminente crisis finanaciera llega pero no llega. La bolsa de Wall Street no deja de batir records. Aparentemente todo se mantiene en la normalidad. Se larva la crisis pero los magos financieros la disimulan muy bien. Ya llevamos varios años al borde del precipicio pero el sistema financiero mundial se resiste a caer. Hay fallos estructurales graves, alarmantes pero el sistema se reinventa y cada día que pasa parece como si fuera otro cualquiera. El detonante de la crisis no ha llegado. ¿Cuándo y cómo llegará? La crisis está a la vuelta de la esquina pero la mayoría de los mortales no la podemos ver ni sentir con meridiana claridad. Vivivmos un período extraño y ambiguo.

  3. En el programa de Max Keiser, Jim Richards afirma algo que tiene mucho sentido, desde el 2007 estamos en una depresión económica no reconocida oficialmente. El sistema financiero se balancea entre inflación y deflación. El repunte de las bolsas es porque las empresesas compran sus mismas acciones, un fenómeno que Max ha bautizado como narcisismo en los mercados.

    http://actualidad.rt.com/programas/keiser_report/view/95190-keiser-report-espanol-narcisistas-mercado-bursatil-e448

    Un saludo

    • Hola Juan Carlos,

      En la doble entrevista a Jim Rickards se dicen muchas cosas, y estoy mayoritariamente de acuerdo con ellas.

      La FED está jugando a ser equilibrista, neutralizando el terrible poder deflacionista de la crisis con la monetización inflacionista de la deuda pública. Más que ver una depresión, lo cual no deja de ser un tema dialéctico, yo veo el final de un sistema de abuso económico (y militar) por parte de los EEUU y sus aliados.

      Desde 1971, fecha en que se suspende el patrón oro, los EEUU han estado imprimiendo dólares para poder mantener su excesivo consumo y poder. La década de los 70 y los comienzos de los 80 de grave crisis fueron cruciales para salvar al dólar, para lo cual tuvieron que subir el tipo de interés a un astronómico 20% (gracias al siempre gigante Paul Volcker, jefe de la FED en esos años).

      Los ochenta y los noventa ven el desarrollo del neoliberalismo Thatcher-Reagan, en donde se favorece al sistema financiero (y los paraísos fiscales) para conseguir que el dinero se quede en Occidente pese a que la producción se va para Asia. Los precios de transferencia y los paraísos fiscales son las herramientas para producir en Asia minimizando en lo posible la transferencia de riqueza hacia el este. El problema es que esto se hacía a base de empobrecer a la población occidental por el hecho de poner en competencia los mercados de trabajo.

      Llega el cambio de mileno, y parece que todo el sistema anglosajón se cae. Para agravar más las cosas, el euro empieza a rivalizar con el dólar. Aterrorizados, Greenspan tira por los suelos el precio del dinero con tal de reactivar la economía, pese a que se haga a costa de hinchar burbujas crediticias. La población se empobrece aún más, y vive a costa del crédito barato.

      En Europa, el diseño fallido del euro tarda demasiado en manifestarse por culpa del dinero barato en EEUU y de que eso obliga al BCE a bajar también los tipos de interés (con el beneplácito de Alemania). De no haber coincidido la fundación del euro con una burbuja global de crédito, los desequilibrios habrían sido mucho menores, y se podría haber salvado al euro. Ahora los desequilibrios son demasiado grandes para poder se corregidos por deflación interna, máxime cuando Alemania no quiere asumir mucha inflación.

      Y así hemos llegado a esta crisis, que se ha gestado durante cuarenta años, y es un evidente cambio de ciclo en el cual Occidente va a tener que aceptar su declive, por las buenas (esperemos) o por las malas (como de costumbre en la historia).

      En este cambio de orden mundial, muchas potencias tienen justificados rencores contra la dominación anglosajona (Inglaterra primero y luego Norteamérica) de los últimos siglos. Así, pese a ser aliados sobre el papel, ni Japón ni Alemania olvidarán que fueron derrotados cuando aspiraban a ser potencias del nivel de los anglosajones. Y mejor no hablemos de Rusia, China o la India.

      Creo que es fundamental analizar la economía desde el conocimiento básico de la historia para poner en contexto el presente, y las fuerzas que están detrás de los cambios.

      Vaya rollo que he soltado. Muchas gracias por comentar.

      Gabriel.

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